CRÓNICA III TRAIL DOBRES Y CUCAYO 2015
Hay
momentos difíciles que tenemos que afrontar, duros golpes que nos
harán caer. Pero dicen que a veces hay que caer para volver a
levantarse y ser más fuertes, que está permitido el caerse pero
obligatorio el levantarse, que incluso la mejor parte de tropezar es
levantarse, que antes de volver a nacer tienes que morir.
22
de febrero de 2015, Estación Invernal de Valgrande Pajares,
Campeonato de Asturias de Esquí de Montaña. Último tramo de bajada
antes de la llegada a meta entre una espesa niebla. Se unen mala
visibilidad y alta velocidad. Se dieron todos los ingredientes para
que me despistara, me saliera del recorrido marcado y me precipitara
por una especie de talud
sufriendo una dura caída. Tras lograr levantarme con la cara algo
ensangrentada, colocarme los esquís y retomar el recorrido correcto,
fui capaz de llegar a meta. Fue quitarme los esquís y comenzar a
caminar y sabía que algo no estaba bien en mi tobillo derecho. No
era capaz de aguantar mi peso al caminar. Lo que debería haberse
quedado en un susto, tras las exploraciones médicas de urgencias, se
diagnosticó fractura del maleolo tibial del tobillo derecho,
desgarro parcial del tendón de Aquiles de esa misma pierna y un
esguince cervical.
Instantes posteriores a la lesión sufrida. Mi cara lo dice todo. |
Desde
aquel día han pasado ya más de cuatro meses y, aunque evité el
paso por el quirófano y la fractura teóricamente ha soldado bien,
las molestias que sigo arrastrando han hecho que el traumatólogo me
mandara hacerme la semana pasada una Resonancia Magnética para
descartar otras posibles lesiones no observadas con antelación en
partes blandas del tobillo. El resultado, pues aparte de la línea de
fractura del maléolo tibial en fase de consolidación, se observa,
literalmente “edema óseo por
microfractura trabecular con engrosamiento del ligamento
tibio-astragalino posterior, así como defecto condral en vertiente
anterior de la meseta tibio-astragalina con edema óseo por
exposición del hueso subcondral a nivel de tibial anterior”.
Traducido al román paladino,
la fractura va consolidando
correctamente pero hay signos agudos de sufrimiento óseo y falta de
cartílago a nivel de la articulación debido al fuerte trauma
sufrido en la caída con lo cual me roza hueso con hueso y,
seguramente, a expensas de nuevo diagnóstico esta misma semana, sea
lo que me provoque las molestias.
Ante
éste panorama, y después de unas semanas de inmovilización y
rehabilitación tras producirme la lesión, mis entrenamientos estos
meses han sido mínimos y se pueden acotar a bicicleta de carretera,
caminar por el monte e intentar correr pero con las consiguientes
molestias que arrastro. Pero bueno, como el tema del cartílago no
tiene solución si no es previo paso por quirófano o con
infiltraciones de factores de crecimiento plaquetario puesto que no
se regeneran solos y, como es muy probable que las mejores decisiones
no sean fruto de una reflexión del cerebro sino del resultado de una
emoción, pues me animé a volver a uno de los sitios que el año
pasado me habían encantado por el paraje por donde discurre, y por
la gente que lo organiza con algunos de los cuales he coincidido en
algunas otras carreras. Fue unos días antes de disputarse la
Travesera de éste año cuando Iván Cuesta, cabeza visible de la
organización de la carrera, me comentó que me animara a volver a
correr en Dobres y Cucayo y no tuve mucha duda de que era el momento
de volver a intentarlo.
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Cucayo al fondo |
Así
que ahí nos plantamos, de nuevo en el Valle de Liébana, de nuevo en
Dobres y Cucayo, de nuevo en nuestros majestuosos Picos de Europa. No
voy a describir la orografía del lugar puesto que en mi crónica del
año pasado queda fehaciente la maravilla de sitio que es y animo a
todo el mundo que le guste la montaña a hacer una visita por la
zona, no os defraudará, os lo aseguro. Nada más llegar a Cucayo el
sábado por la tarde me reencuentro con otro tipo de los que vale
mucho la pena tener cerca, Rubén Solís, para que todos le pongáis
cara, el demonión de Nembra que iba a amenizar como el solo sabe
todo el cotarro.
Junto a él estaba Fran Piñera al cual tuve el gusto de conocer en
persona y compartir comida el año pasado en la Resistencia Reino
Astur de Nembra. Charlamos un rato y nos vamos a tomar algo, junto
con nuestras respectivas, antes de cenar.
La
charla es muy distendida y relajada. Fran es un tipo con una
mentalidad de la vida y del deporte diferente al resto de la gente
que compite en carreras por montaña. Su forma de ver la montaña es
única y le admiro por ello. Como bien dice Rubén, para bien o para
mal, que eso nunca se sabe, con otra mentalidad más competitiva
quién sabe hasta dónde podría llegar este prodigio de deportista.
Nos despedimos hasta la mañana siguiente y nos vamos a descansar.
Es
raro, pero los nervios que suelo tener horas antes de una carrera no
aparecen esta vez y eso que llevo desde enero, cuando corrí la
Transcandamia, sin ponerme un dorsal. Quizás el marcarme como
objetivo únicamente salir a disfrutar y sobre todo, intentar no
tener muchas molestias, coger confianza en los tramos técnicos e
intentar acabar dignamente,
hace que mi mentalidad sea diferente esta vez.
Me
despierto un par de horas antes de la salida, desayuno consistente y
voy caminando con Estrella desde Dobres, dónde hemos dormido, hasta
la salida en Cucayo. Recogemos los dorsales ya que ella también va a
correr y, como quién no quiere la cosa, estoy ya entrando en el
“corral” para el control de dorsales. El demonión, micrófono en
mano, dice mi nombre y comenta que se alegra de volver a verme de
corto después de la grave lesión que sabe que he tenido. Y como se
que lo dice de corazón, gestos así se agradecen y por eso se hace
querer tanto y siempre es un placer coincidir con él.
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Instantes previos a la salida |
Mi
colocación en la salida tampoco es la habitual, me relego a la
tercera fila aproximadamente. Apenas he corrido más de una hora
seguida desde hace prácticamente 7 meses y sobre todo con muy poco
desnivel y tecnicidad y por tanto hoy iba a tocar sufrir
ya que, aunque mi idea era terminar la carrera y disfrutar, siempre
que salgo en una carrera intento dar lo mejor de mí y ese esfuerzo
sabía que lo iba a pagar. Pero no importaba, estar delante de esas
montañas dentro de ese valle y volver a sentir esa libertad ya era
premio suficiente.
La
prueba, de 22 kilómetros de recorrido y 3.000 metros de desnivel
acumulado, con salida y llegada en la localidad de Cucayo, nos reúne
a 250 corredores y, entre ellos, los integrantes de los equipos
participantes en la Trail
Series Cantabria de la cual
forma parte esta carrera. Justo
antes de salir saludo a unos cuanto corredores, entre ellos a Diego
Díaz, flamante vencedor de la pasada Traveserina de la cual pude
disfrutar como espectador (otra que queda apuntada para siguientes
citas) y nos disponemos a tomar la salida. El día parece que
acompaña, la temperatura la idónea para correr aunque quizás algo
de humedad para mi gusto. La niebla comenzaba a meterse a media
altura.
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Primeras rampas de la carrera |
Desde
la salida hay un continuo ascenso de ocho kilómetros desde los 936
metros de Cucayo, hasta los 2.000 metros del Pico Pumar. Según se
sale del pueblo, comienzan las primeras rampas con fuerte desnivel
que te obligan ya prácticamente a subir caminando. En estos primeros
compases ya se va formando el grupo de cabeza del cual saldría, al
final de la prueba, el ganador. En este caso Fran, como era
previsible. Intento ir a mi ritmo y logro colocarme entre los diez
primeros en estos primeros metros de carrera. Por ahora parece que el
cuerpo iba respondiendo y el tobillo no molestaba mucho (el aparatoso
vendaje que llevaba también ayudaba algo). Me pongo a rebufo
de Marcos que se que el año pasado salió conservador y fue ganando
posiciones poco a poco llegando a conseguir la victoria en la prueba.
Me digo a mi mismo que trataré de seguir su estela si puedo los
primeros kilómetros hasta el primer avituallamiento. Pero tras unos
cientos de metros veo que hoy realmente no va. Voy detrás de él
pero el ritmo que lleva me resulta demasiado
cómodo, algo le ocurre.
Decido pasarle y seguir a mi ritmo el resto de la subida.
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Dobres y Cucayo al fondo |
Los
primeros imprimen un ritmo fuerte desde las primeras rampas y poco a
poco se van distanciando. Me voy adentrando en la niebla que
comenzaba a cubrir el recorrido y, tras pasar el primer
avituallamiento del km 4,5 ya voy en solitario intentando dosificar
esfuerzos. Cuando se gira y se deja el camino para divisar el Pico
Pumar, la niebla desaparece tras nuestros pasos y ya observo,
subiendo por la ladera, a el grupo que va por delante con los Piñera,
de la Sen, Díaz Pando y compañía. Había calidad en ese grupeto.
Comienzo la ascensión, trato de coger una cadencia cómoda, si
hablar de comodidad es posible, y tras unos minutos de prácticamente
subir manos en las rodillas llego a lo alto del Pico Pumar. La visión
desde este punto es de las que quita el sentido. El mar de nubes que
tenemos a nuestros pies es una delicia digno de pararse unos segundos
a disfrutar de este espectáculo, y así lo hice.
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Mar de nubes a nuestros pies, una auténtica maravilla |
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Subida al Pico Pumar |
Comienzo
el descenso hacia los Llaos, lugar donde se encuentra un nuevo
control y avituallamiento. Llevamos 10 km aproximadamente y ya noto
que las piernas y mis cuádriceps no están frescos, como era de
esperar. Durante este tramo de bajada, y como en prácticamente todas
las bajadas, me pasan 2 corredores justo antes de parar a repostar.
Me lo tomo con tranquilidad, bebo mucho líquido, como algo de
plátano y comienzo una zona de continuos sube y baja por estrechos,
profundos, sinuosos y técnicos senderos. Al igual que el año
anterior, se me atraganta bastante esta zona ya que hay que hacer
muchos quiebros rápidos y aún los apoyos con mi tobillo no son muy
seguros. Llego al paso del río y me detengo a beber un poco y a
refrescarme. Problemas con los permisos medioambientales habían
anulado la posibilidad de más avituallamientos desde el km 9,5 hasta
la meta y necesitaba hidratarme para evitar posibles problemas de
calambres que suelo sufrir por la enorme sudoración que tengo y más
aún cuando hay tan alta humedad.
Comienza
uno de los dos muros de la carrera en el cual salvamos 200 mts de
desnivel en apenas medio kilómetro. Me va tocando sufrir, es un
tramo duro pero, cómo siempre, voy disfrutando y el tobillo parece
que no va molestando demasiado. Me pasa Manuel Relea, ¡esta gente de
Liébana van como tiros!. Corono y desciendo campo a través hasta
que comienza una nueva subida, esta vez al Pico Casanzo. La niebla
vuelve a hacer acto de presencia en este tramo con incluso zonas de
muy baja visibilidad donde había que tomar precauciones para no
despistarse uno del trayecto correcto aunque la buena señalización
por parte de la organización es de agradecer cuando se dan este tipo
de condiciones. Intento seguir la estela de Álvaro Gómez que ha
llegado a mi altura, otro lebaniego que se conoce el trayecto al
dedillo y se que detrás de el no tengo perdida. Pero poco a poco voy
perdiendo comba, va más fuerte de lo que puedo aguantar a estas
alturas de la carrera.
“Ya
no queda nada” me digo a mi
mismo mientras se me escapa una sonrisa. Nos resta un precioso
descenso entre helechos y hayas hasta que se coge la pista que da
acceso a Cucayo. Las piernas ya no responden, los calambres han
comenzado a hacer acto de presencia desde el km 16 pero me da igual,
ya me voy dejando caer por las laderas disfrutando al máximo de mi
regreso a la montaña.
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Último descenso antes de llegar a meta |
Últimos kilómetros, ultimas zancadas, se me
van pasando por la cabeza todos estos meses de atrás, repaso
mentalmente todos los buenos y malos momentos vividos y sin darme
cuenta estoy dentro de las vallas de meta siendo jaleado por la gente
del pueblo, chocando la mano con todos los niños que han ido también
a disfrutar de este día y apretando el puño como gesto de rabia y
satisfacción. Al fondo, el arco de meta y Rubén dedicándome unas
bonitas palabras que incluso llegan a emocionarme.
He
llegado. Si el año pasado me quedaba con la espectacularidad de la
prueba, sobre todo de aquello que no se puede medir y que son
aspectos intangibles qué sólo en persona se pueden valorar
realmente, este año tengo que sumarle la satisfacción personal de
haber regresado pero sobre todo de volver a disfrutar, deleitarme y
gozar de la montaña. El puesto era lo de menos, el tiempo empleado
daba igual, las malas sensaciones físicas no importaban y las
molestias del tobillo pasaban a un segundo plano. Eran las emociones
las que en este momento lo llenaban todo.
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Estrella "escalando" uno de los muros de la carrera |
Mientras
espero a que llegue Estrella a meta charlo distendidamente con la
gente de Liébana y con Rubén. Me apena no poder disfrutar este año
en su casa
de la Resistencia Reino Astur en Nembra ya que es otra de esas
carreras para repetir uno y otro año, otro sitio espectacular dónde
los haya, pero mi físico y mi tobillo no están preparados
actualmente para meterse los
42 km y 6.000 mts de desnivel acumulado que depara el recorrido. La
próxima edición, a por ello…
Si los sentidos se quedaban cortos para describir sensorialmente lo vivido en la pasada edición, este año las emociones lo embargan todo. A partir de ahora no se lo que me depara el futuro. Esta semana tengo que volver al traumatólogo para que acaben de diagnosticarme exactamente la dolencia y tomar la decisión que creamos conveniente. Por eso no voy a plantearme nada a corto plazo, aunque tengo en cartera varias carreras que me gustarían disputar, sobre todo la MDS en Somiedo que se me atragantó el año pasado y poder debutar en una de las carreras por excelencia de la provincia de León, Villalfeide-Polvoreda antes de irme de vacaciones.
“No
des vueltas al pasado, pues no lo puedes cambiar, que no te agobie el
futuro, pues no sabes si llegará, disfruta del presente, no lo dejes
escapar, porque cuando se vaya, jamás volverá”
Me alegra ver que ya puedes empezar a disfrutar de lo que más te gusta, pronto volverás a estar con los mejores
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